Segundo Domingo de Adviento- Año A

II Domingo de Adviento – A

Kuwait City, 7.12.2013

Is 11, 1-10; Rm 15, 4-9; Mt 3, 1-12

 

“Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos”. “Hagan ver con obras su arrepentimiento”. Son las palabras de Juan, que resuenan en este segundo Domingo de Adviento y nos guían en nuestro camino hacia el encuentro con Jesús.

El primer Domingo nos invitó a despertarnos, a subir a la montaña y dejarnos guiar por la Palabra de Dios, velar y rezar para distinguir su presencia, día tras día.

Hoy, damos un paso más. En el desierto, lejos de las distracciones y de las ataduras que nos alejan de las cosas esenciales, resuena más fuerte la voz de Juan, que llama los hombres  a salir de sus lugares comunes, de sus seguridades, llamándolos a la conversión. “Si el hombre no es feliz, es porque está distraído”, solía decir Pascal. Una invitación a hacer silencio, pues sólo así seremos capaces de escuchar la voz. La voz del Señor, que está a la puerta y toca. Sólo escuchando la voz, fascinados por la voz que nos interpela, seremos capaces de convertirnos. Seremos capaces de sacar todas las piedras que impiden que la puerta se abra, que impiden nuestro encuentro con el Señor.

Alejar las piedras pequeñas y grandes con una buena confesión. Tener la valentía de llamar los pecados por su nombre, pedir el don de la vergüenza y confesar nuestros pecados (Papa Francisco). Sin echar la culpa a los demás. Solo así seremos capaces de preparar el camino. De dejar el camino libre y el corazón vacío para que Jesús tome posesión de él, para que su Espíritu nos llene.

Conversión. Cambiar la dirección, pensar según Dios. Mi vida no es mi proyecto de auto satisfacción. Mi vida le pertenece a Dios, pertenece a los demás y tengo que cumplir el proyecto de Dios sobre mí. Esta es metanoia, transformación, conversión, cambiar direccion. Pasar de mi lógica a la lógica de Dios. Y tarda toda una vida.

Abandonar una lógica de egoísmo y dominio, de violencia y de odio, para poder entrar, ya hombres y mujeres nuevos, en el Reino. Ser parte y mensajeros del Reino de Dios. Llevar frutos de justicia y de paz.

Hay paz en mi familia? Hay paz en mi vida? Qué es lo que falta? Vivo con justicia, con rectitud? Estoy llamado ser un instrumento de paz y de justicia. Pero sólo lo podré hacer cuando encontraré aquél que me habla y me da la fuerza. No sólo escucharlo, sino encontrarlo. Estar en comunión con Él. Puedo ser el mejor conocedor y cumplir a la letra la palabra de Jesús, pero quedarme lejos de Él, encerado en mi justicia, como los fariseos. Jesús quiere que lo encontremos, que estemos en comunión con Él.

“El hacha puesta a la raíz” para cortar, para limpiar, para liberar, de todo aquello que no sirve, de todos aquellos ramos que no llevan fruto, que no transmiten vida. Jesús ha venido para “quemar la paja” con su espiritu, quemar todo aquello que nos llena y no le deja espacio, para que se quede el trigo, para que lo bueno en nosotros salga a la luz. ¡Qué gran noticia! Solo Él, Jesús,  con el bautismo en el Espíritu Santo y su fuego purificador lo puede hacer.

Ven Señor Jesús, cambia nuestra mente con tu Palabra, transforma nuestro corazón con tu presencia, límpianos, libéranos y ayúdanos a dar frutos; frutos de amor y de perdón, de justicia y de paz, ayúdanos a ser constructores auténticos de caminos de vida para un mundo nuevo.

 

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