Primer Domingo de Adviento – Año A

I Domingo de Adviento, A – Kuwait City, 30.11.2013

Is 2, 1-5; Rm 13, 11-14; Mt 24, 37-44

 

A Ti Señor levanto mi alma. Con estas palabras inicia el tiempo de preparación para la venida del Señor, el tiempo del Adviento. Tiempo de preparación, tiempo de espera, tiempo de incrementar el deseo por la llegada de Jesús. Adviento, paradigma de la vida humana, nos invita a caminar hacia el encuentro con Dios, nos invita a aprender sus caminos y reconocer su presencia. Levantad los ojos. Está cerca el Señor. Lo que más deseamos, lo que esperamos a cada paso, nuestra más honda inquietud, está cerca. Está cerca el día del Señor, vendrá (Is 13);¡Dichoso el que lea, y dichosos los que escuchen este mensaje profético y cumplan lo que está escrito en él! Porque el tiempo está cerca (Ap 1).

Serán tres semanas dedicadas a nuestra preparación, tiempo de reconocer los signos de los tiempos, los signos de que ya ha venido y por eso volverá. Pero nos encontrará preparados? Ésta es la gran pregunta de la cual dependerá nuestro encuentro, nuestra alegría, nuestro futuro, y sobre todo nuestro presente.

El Papa Francisco, en su reciente Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, inicia precisamente con este tema: “Los que se encuentran con Jesús llenan el corazón y la vida entera con la alegría del Evangelio.  Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (EG 1).

Buen conocedor del corazón humano, el Papa continúa: “El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida. Ésa no es la opción de una vida digna y plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida” (EG, 2).

Para prepararnos bien, para no perder la ocasión,  la Palabra de Dios nos invita hoy a tomar tres decisiones: 1. Despertarnos (II Lectura); 2. Subir (I Lectura); 3. Velar y estar preparados porque una cosa es cierta: El Señor volverá (Evangelio).

1. Despertarse: Quien guía mi vida? Es Cristo el Rey del Universo que hemos celebrado la semana pasada, o es el espíritu del mundo? Cómo vivo mi vida? Cómo camino hacia un encuentro familiar? O mas bien con el miedo de un fin terrible, por lo cual trato de vivir mi vida poniéndome yo mismo como centro y tratando de disfrutar lo máximo, únicamente centrado en mí mismo, en mis deseos, en mis aspiraciones, …yo, y sólo yo?

2. Subir: Porque hay caminos de vida y hay caminos de muerte. Y desde la cima se ve mejor. Subir, para escuchar mejor, para ver mejor. Porque los ruidos que nos bombardean a cada momento y las luces brillantes nos pueden distraer momentáneamente.

Subir, para dejarnos guiar por la Palabra de Dios en este Adviento, para que “nos instruya en sus caminos” y para que “podamos marchar por sus sendas” (Is 2,3).

3.
Velar y estar preparados: Porque el Señor viene, porque el Señor nos visita. Y no solamente al final de nuestra vida. Nos visita en lo cuotidiano, nos visita cuando marchamos por su sendas, que son sendas de amor y de paz, de perdón y de misericordia. Desechemos por tanto, las obras de las tinieblas y revistámonos de las obras de la luz (Rm 13, 12).

El Señor viene, pero depende de mí si viene como un verdugo o viene como el dueño  de la casa, si se le acoge como a quien se espera y se desea. Depende de quién he escuchado, depende de por quién me he dejado guiar: las luces del mundo o la luz de la Palabra. El reconocerlo en sus visitas día a día depende solamente de mí.

Velar y estar preparados significa aprender el discernimiento, reconocer su presencia, su visita salvadora.

La negligencia, la ignorancia, la falta de atención a los signos de los tiempos, la insensibilidad espiritual conducen a la catástrofe. Quien pierde la cabeza por las realidades de este mundo y se deja absorber por los negocios, quien vive en el entumecimiento, en el embotamiento, en la búsqueda de los placeres, va hacia  un despertar dramático. El Señor nos quiere mucho y desea que no nos pase esto. Por eso vivamos bien el tiempo del Adviento.

Podemos perdernos tantas cosas, una partita de fútbol, una oferta atrayente en el mercado, unas vacaciones de ensueño… pero no podemos, no debemos perdernos el encuentro con Jesús.

El Papa quiere gritar a viva voz y en todo los rincones de la tierra: “Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso”.

El Señor está cerca. ¡Despertaos, Subid, Velad y estad preparados!

 

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